La magia perdida de la radio


Suena, suena la música. Se oye una melodía pegadiza que habla de amores y pasiones. Después la mía, esa que si cierro los ojos deja pasar fotograma a fotograma retales de mi juventud. Mi canción, esa que dijimos nuestra, esa se escucha ahora. La banda sonora de mi vida reproducida en un pequeño artilugio. El locutor da paso a cada historia con su particular ritmo, ahora lento ahora rápido, ahora bailo ahora descanso.

Sigo con mi tarea, con mis sueños, sigue la vida… y con sólo sintonizarte ya te siento cerca y mis pies se mueven al compás del tiempo. Me río, y sigo escuchando. Reflexiono en lo que dicen, y te escucho. Me dejo llevar por las palabras, escuchando. Esa voz me acompaña y yo la sigo.

Emoción, nostalgia de aquellos oídos que se acercaban al altavoz para estar informados de los devenires de un país, para fantasear con bailes de salón, para sentir a Ama Rosa.  Un 23 el aparato dispara: uno, dos, tres… Lo apago en un suspiro y corro silenciosa a enterrar palabras prohibidas. Después respiro, no fue nada, y sigue sonando la máquina.

Las voces fluyen por el aire como guiadas por un hado y se presentan ante mí. Dónde estará la varita que agita las notas y letras caprichosas que llegan hasta mis oídos.
Es la magia de la radio. En nuestro pueblo, es la magia perdida de Radio San Miguel.

 

13 de febrero, Día Mundial de la Radio

Inés Pérez Andreu



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