Maestro
Las sendas sinuosas se
despidieron de ti y también los caminos rocosos y los llanos, los frondosos y
los yermos, los valles y las serranías. Las hojas de los árboles, como aretes
de encajes, silbaron una última melodía, un último canto que acompañaba al caminante,
al peregrino en su despedida. El viento acurrucó a las nubes y los moradores
de los bosques, reales e imaginarios como las musas que a veces te visitaban,
susurraron las canciones de la Tierra. El aroma de los montes, a pino, a
tomillo y a romero, a tierra firme, se mezcló en sinfonía con el tul de la
niebla y con las gotas de rocío, como escoltas del guerrero que termina la
contienda.
El río sigue su curso, la
montaña resiste el envite del tiempo, la luna se muda en su manto siguiendo su
ciclo, el camino se dibuja con otros pasos, con otras vidas. Y entre todas esas
huellas, las tuyas: las de un guerrero, un caminante, un maestro.
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