¿Vas a venir a la feria?


De adolescente no tuve un ídolo al que seguir, ningún cantante por el que hacer una cola interminable para colocarme en la primera fila de sus conciertos, o por el que llorar con histeria en el momento de tenerlo frente a mí firmando un autógrafo. Ahora, con treinta y siete años, me ha llegado la  oportunidad de vivir esa experiencia, como no podía ser de otra manera, a través de mi afición a la lectura.

Con la ilusión de quien sabe que se encontrará con su admirado escritor, que cruzará con él al menos unas cuantas palabras la situación tampoco da para mucho más y que se llevará el preciado tesoro de un libro con su firma, así fui desde Alicante hasta la Feria del Libro de Madrid. Mi principal objetivo: encontrarme con José Ovejero. Y, si después conseguía la firma de algún escritor más, pondría la guinda al pastel.

Al llegar al espacio de El Retiro donde se concentran los establecimientos de la feria, 800 sellos editoriales en 363 casetas, compruebo que muchos de ellos todavía no han abierto para la jornada de la tarde pero, sin embargo, se ve gente por doquier. Familias con hijos emocionados que forman una larga fila para encontrarse a la joven escritora que con su sonrisa les alegrará la tarde, parejas que acomodadas en las zonas verdes descansan y aprovechan para retener unos rayos de sol, extremidades que se mueven ágilmente por un espacio que en  ese momento ha cobrado un prestigio del que todo el mundo quiere formar parte.

Me encamino hacia el escenario de Radio 3 donde se va a emitir un programa especial desde la feria. Mi interés reside en que José Ovejero junto con la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero hablarán de sus respectivos libros: Mundo extraño y Pelea de gallos. La intervención del escritor me emociona e intento apropiarme, como si hiciera una captura de pantalla con el móvil, de cada palabra, gesto y tono de su voz. Cuando baja del escenario, y a pesar de que lo tengo a pocos pasos, no me atrevo a acercarme y pedirle una foto o intercambiar con él algunas palabras, que en mi caso serían nerviosas y torpes, y me lo reservo para el día siguiente cuando se encuentre firmando libros en la caseta 163 de la editorial Páginas de Espuma.

Sin duda, y mirando alrededor, queda manifiesto que tanto los libreros como los editores han conseguido sobrevivir a una crisis en el sector del libro, o en el ámbito de la cultura en general, que parecía la tónica de los últimos años. Pero ¿y los escritores? En las casetas de la feria podemos distinguir dos tipos de colas de ansiosos lectores: las de los que esperan la firma de un escritor consagrado cuyo libro es un éxito solamente con rozar la estantería de una librería como, por ejemplo, Arturo Pérez Reverte; y las de los escritores que han conseguido convertirse en un fenómeno fan para adolescentes, caben en esta categoría los cantantes-escritores, los youtubers y los que fueron conocidos previamente a la publicación de su libro por su aparición en televisión.

¿Y el resto? La lista de firmas de la feria parece interminable y en ella encontramos autores con premios a sus espaldas, reconocidos por su talento literario tanto en nuestro país como en el extranjero, escritores de pluma selecta a los que parece, por un instante, que nadie reconoce. Ante este absurdo cabría reflexionar no tanto por el número de ventas del sector sino, más bien, por el tipo de literatura que se consume, por las motivaciones que tiene el lector para comprar un libro, para leerlo y para visitar una feria del libro como la de Madrid. Y más si tenemos en cuenta que vivimos en un país en el que el 39% de la población declara que no lee nunca.

No es de extrañar que, ante esta situación, haya escritores que se piensen mucho si asistir a este tipo de eventos que requieren pasar horas en una caseta para firmar poco más que una decena de libros, en lugar de estar delante del ordenador creando un mundo nuevo o, quizás, extraño que presentar a sus seguidores.

Y, sin embargo, no creo que sea desdeñable el encuentro con el escritor y las firmas de libros, al igual que en la infancia las visitas de escritores de LIJ a los centros educativos son una actividad motivadora y animadora de la lectura. El niño se inicia en el mundo lector y necesita de unos estímulos por parte del adulto, del maestro o del mediador para descubrir el espacio mágico que el escritor crea en las páginas de un libro. El adulto que lee, a veces, también necesita un impulso para seguir leyendo, para encontrar nuevos autores que le propongan historias con las que emocionarse, con las que encontrar respuestas, con las que soñar y, quizás, hasta reconciliarse con el mundo. Ese estímulo puede aparecer cuando miras a los ojos al escritor que te mantiene en vilo durante horas con el transcurrir de su historia. Si, además, el escritor en cuestión es simpático, entonces este habrá encontrado la fidelidad rotunda de un lector entregado a su obra.

Domingo, 12:00 del mediodía, caseta 163. Allí está él. Una dedicatoria preciosa, una sonrisa, unas palabras cercanas, y si ya me tenía en el bote con su literatura ahora es cuando caigo rendida a sus pies.

Regreso a casa pensando en la próxima feria del libro, evento, charla… que me permita reencontrarme con mi escritor preferido y, a pesar del vaticinio de analistas como Mike Shatzkin para el que los libros impresos, las librerías físicas y las ferias del libro tienen los días contados, espero, al menos, seguir teniendo la oportunidad de mirar a los ojos a José Ovejero y que no sea en diferido o a través de un holograma. 

Y, como dice el lema de la feria este año: Leer para saber, leer para imaginar. 


Ilustración de Fernando Vicente para el cartel de la 74 Feria del Libro de Madrid. 


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