Niño sin cuna
La luna, que guarda es sus ojos el pasar de los tiempos y es sabia y vieja y nada le asusta... lloró. Ella, de vientre estéril, moría en deseos de acunar en su lecho al niño pequeño. Y se tornó negra, y la oscuridad rondó el cielo y ocultó las estrellas y se cubrió en tristeza. Clamó al mar, que en su infinita bravura, meciera dulcemente al niño para que no sintiera miedo para que no anhelara el pecho. Clamó a la arena para que en sábana bordada se convirtiera y protegiera los sueños, rotos y muertos, del pequeño. Clamó al hombre que lo recogiera, al pobre niño de la guerra, con sus zapatitos que aquella mañana su madre le atara, y que dio la vuelta al mundo para desconsuelo de la luna y vergüenza de todos.