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El ojo tras la mirilla

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  La mujer besugo perdió su ojo de cristal. Recorría las calles del pueblo como loca, los pelos enmarañados sobre la cara, la cuenca vacía, la piel pegajosa, húmeda de sudor, los ¡ay! que se le desbordaban de la boca. Nadie ayudó a la mujer besugo, nadie sabía donde estaba su pequeño ojo artificial. Quizás si hubiera buscado más cerca, si no hubiera salido de casa acostumbrada como estaba a esconderse, a evitar las miradas y los cuchicheos, a pasar las horas muertas tras la mirilla, incrustando el ojo en el frío hierro de la puerta, su suerte habría sido otra.                                                    Microrrelato inspirado en el libro La nostalgia de la Mujer Anfibio de Cristina Sánchez-Andrade.

Papinta

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Arriba del escenario se deleita con su propio movimiento y danza alternando su peso entre un pie y el otro. Los huesos de su cadera, que equilibran la composición, son la quilla del barco que navega y se agita y lucha con las olas. Pero no es el agua sino las llamas las que crepitan de su vestido, simples trozos de seda sostenidos en varitas, que invitan al espectador a dejarse llevar por un sueño de luces, calidoscopio de imágenes de colores vibrantes. Sus brazos ondean en el aire y se transforma en mariposa y rosa y ángel y ave y tornado. Es bailarina. Y es perfecta. Pero cuando termina el espectáculo, el sudor la atrapa como cera viscosa o como tierra regada y compacta y siente el ahogo del cansancio, el resentimiento en las plantas de unos pies que anduvieron por suelos de vidrio, el susurro de un tiempo en el que ella está de prestado, en el que ella está adelantada. Y quizás ya haya abierto caminos suficientes, porque ella es tan solo una bailarina, una llama sobre la tabla. Y ap

Cuerpos extraños

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A la mitad del polo de limón encontré algo extraño. Lo cogí con repulsión entre los dientes y lo escupí sobre la mesa. Agaché la cabeza, entorné los ojos para mirar con mayor precisión y crucé los dedos esperando que fuera una pepita de limón. Con perplejidad vi que era una uña de gato. Dentro del congelador, Misi, seguía haciendo de las suyas.