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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Maestro

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Las sendas sinuosas se despidieron de ti y también los caminos rocosos y los llanos, los frondosos y los yermos, los valles y las serranías. Las hojas de los árboles, como aretes de encajes, silbaron una última melodía, un último canto que acompañaba al caminante, al peregrino en su despedida. El viento acurrucó a las nubes y los moradores de los bosques, reales e imaginarios como las musas que a veces te visitaban, susurraron las canciones de la Tierra. El aroma de los montes, a pino, a tomillo y a romero, a tierra firme, se mezcló en sinfonía con el tul de la niebla y con las gotas de rocío, como escoltas del guerrero que termina la contienda. El río sigue su curso, la montaña resiste el envite del tiempo, la luna se muda en su manto siguiendo su ciclo, el camino se dibuja con otros pasos, con otras vidas. Y entre todas esas huellas, las tuyas: las de un guerrero, un caminante, un maestro.

La ranita cantora

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Era una ranita hermosa, con chaqueta de tweed rosa, que croaba con la luna sin vergüenza ninguna. Con sus cantos despertaba al abuelo de la cama, a la niña de su cuna y en la iglesia al señor cura. Una tarde, ya cansada de reproches y miradas, agarró bien su maleta y partió en su camioneta. Y a modo de despedida, a todos los de la villa, dejó escrita una cartita: "Esto avisa la ranita". Escucharéis la campana y el petardo con su traca, al gallo, al gato, a la pava. Oiréis el carro que limpia carril, acera y fachada y al afilador que afila cuchillo, tijera y navaja. Croac, croac, croac dice la ranita, croac, croac, croac ¡buen viaje, amiguita!