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Mostrando entradas de junio, 2018

Más feminismo

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Una mujer desde muy joven aprende que el camino de vuelta a casa a altas horas de la noche es siempre una amenaza, acelerará el paso, mirará con rápidos movimientos de cabeza a un lado y a otro, incluso atrás, para asegurarse de que nadie la sigue y respirará tranquila cuando entre en el portal de casa y cierre la puerta tras de sí. Sólo con el paso de los años conseguirá una cierta seguridad, nunca total, pero no porque crea que pueda enfrentarse a la amenaza o porque piense que ésta ha desaparecido sino más bien porque encontrará motivos relacionados con su edad o con su aspecto   para creer que no irán a por ella. Una mujer desde muy joven aprende que la ropa que se ponga va a determinar lo que piensen de ella. Y no sólo con calificativos de si eres más elegante o menos o si para desempeñar ese trabajo es el conjunto más idóneo o no lo es. No, no es eso. Tu manera de vestir va a justificar que el jefe te meta mano, que seas una calentorra, una calientapollas o un marimacho.

Gente buena

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Cómo tiene que ser el momento en el que das el último beso a tu hija y la subes a un barco rumbo a una vida mejor, quieres pensar, a un lugar donde tenga alguna oportunidad porque en tu país sabes que cada día que amanece y sigue viva es un lujo. Y supongo que, aunque con el alma desolada, quieres creer que el mundo no es así, tan triste como el tuyo, y que hay alguien bueno, alguien que ayudará a tu pequeña a sobrevivir. Y claro que hay gente buena, dejará de haberla… Entre tantos buenos cristianos que sacan a hombros a santos, hay gente buena. Entre tantas personas en contra del aborto libre porque consideran que la vida está por encima de todo, hay gente buena. Entre tantos defensores de los animales que comparten en sus redes la foto del triste cachorro abandonado, hay gente buena. Entre tantos de lazo enganchado a la solapa, de medalla colgada al cuello, de mercadillo solidario, hay gente buena. Y en los silenciosos, los que no opinan, también. Porque entre tantos hipócr

¿Vas a venir a la feria?

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De adolescente no tuve un ídolo al que seguir, ningún cantante por el que hacer una cola interminable para colocarme en la primera fila de sus conciertos, o por el que llorar con histeria en el momento de tenerlo frente a mí firmando un autógrafo. Ahora, con treinta y siete años, me ha llegado la   oportunidad de vivir esa experiencia, como no podía ser de otra manera, a través de mi afición a la lectura. Con la ilusión de quien sabe que se encontrará con su admirado escritor, que cruzará con él al menos unas cuantas palabras — la situación tampoco da para mucho más — y que se llevará el preciado tesoro de un libro con su firma, así fui desde Alicante hasta la Feria del Libro de Madrid. Mi principal objetivo: encontrarme con José Ovejero. Y, si después conseguía la firma de algún escritor más, pondría la guinda al pastel. Al llegar al espacio de El Retiro donde se concentran los establecimientos de la feria, 800 sellos editoriales en 363 casetas, compruebo que muchos de ello