Anécdota
Hace años recibí una nota en mi buzón. Unos días antes había cambiado la decoración de la entrada de mi casa —un macetero de rana por uno de lunares— y parece ser que a un vecino o transeúnte, como él se hacía llamar, no le gustó el cambio. A mí me hizo gracia el atrevimiento por su parte y, como además también opinaba lo mismo que él —el macetero de rana quedaba mejor que el de lunares—, decidí hacer caso a esta sugerencia anónima. Al día siguiente tenía una nueva nota en el buzón, agradeciéndome que hubiera recapacitado y vuelto a colocar a aquella rana que nunca debió abandonar su lugar en la repisa de la entrada. Durante días estuve pensando quién podía ser el autor o autora de la nota e interrogué a algunos vecinos-familiares que negaron rotundamente las acusaciones. Me intrigaba pensar que alguien pudiera malgastar su tiempo en escribir un par de notas sobre la estética de la entrada de mi casa. ¿Quién se preocupa de eso? ¿Quién corta un trozo de hoja de libreta y se sienta a e