Historia de restaurante
Subí la escalera que llevaba a los baños. El de señoras estaba ocupado. Hacía calor en aquel pequeño rellano, así que después de un rato decidí entrar al de caballeros. Al salir, dos chicas jóvenes estaban esperando, con cara de fastidio, a que el baño de señoras por fin se abriera. Regresé a mi mesa que estaba justo a los pies de la escalera. Las chicas bajaron al poco tiempo. Supuse que, al igual que yo, habían entrado al de caballeros puesto que no había visto bajar a nadie más y en aquel piso solamente había dos puertas correspondientes a los servicios. Subieron más mujeres por aquella escalera pero no vi bajar a la mujer misteriosa que yo imaginaba ocupando el baño de señoras. Pensé en decírselo al camarero por si algún acontecimiento fatídico le hubiera ocurrido a la supuesta mujer o esperando, quizás, que, con una sonrisa tranquilizadora, me contestara que el picaporte estaba roto y que, a veces, se atoraba la puerta. Entonces, yo, respiraría aliviada. Pero no lo hice. Ya en