El receptor y la modernidad: El impacto de un libro

 




Los dos polos de toda creación de índole artística:

por un lado el artista, por otro el espectador.

(Duchamp, 1978, p.162)

 

Una pared de ladrillos en una sala de exposiciones. En el centro, el libro El castillo de Franz Kafka remplaza un ladrillo y produce una ondulación en el muro. El muro construido ladrillo sobre ladrillo, pero sin ningún tipo de pegamento ni cemento, descansa sobre el libro que provoca cambios y desperfectos en su estructura.

Esta obra homónima de Jorge Méndez Blake genera una imagen contundente. Tanto es así que las imágenes de la obra que compartieron miles de usuarios se viralizaron, dando paso a un boom mediático y rebautizándola bajo el título: El impacto de un libro.

La obra El Castillo se mostró por primera vez en 2007 en la biblioteca José Cornejo Franco de Guadalajara y hasta 2013 fue instalada en diferentes museos y galerías de la Ciudad de México, París, Venecia, Aspen (EE.UU.) y Estambul. Sin embargo, la obra se hizo famosa cuando sus fotografías se viralizaron en las redes a partir de una publicación en la página web El club de los libros perdidos. Un post de 2016 tiene 7000 likes y 3000 compartidos. 

A pesar de que los usuarios en redes le cambiaron el nombre a su instalación, el artista ve una ventaja en que su obra se haya compartido tantas veces en Internet: «Uno se mueve en ciertos circuitos muy cerrados y te das cuenta de que la mayoría de la población conoce muy poco tu trabajo.  Las redes sociales hacen llegar este proyecto a personas ajenas al mundo del arte. Ahí las cosas tienen fugas, todas las disciplinas de alguna manera se cruzan unas con otras». 

Jorge Méndez Blake es un arquitecto y artista mexicano contemporáneo. Sus producciones tematizan el libro en sus diferentes facetas: como un objeto, en relación con la autoría, con sus paratextos, con el contexto y también a través de obras construidas a partir de juegos de palabras. 

Genera tres tipos de obras: los cuadros (que él llama material bidimensional), vídeos y las instalaciones (sus tridimensionales). Estas últimas tienen una gran potencia constructiva, posiblemente por el oficio de arquitecto del artista. Organiza su obra en capítulos, como se organiza una novela, reforzando la relación con la literatura. La obra El Castillo es el capítulo VI.

«Empecé a hacer experimentos con libros y materiales de construcción, por eso la idea de la obra vino naturalmente. Siempre me ha interesado la diferencia de escala. Cómo una cosa pequeña puede transformar algo muy grande», comenta el autor sobre su obra.

Capítulo I: Murales a partir de Julio Verne

Capítulo XXXI: No leer
Capítulo XXXIII: Midiendo poesía

El Castillo proyecta una percepción doble: por un lado, se evidencia que en el momento de su construcción primero estaba el libro y luego se colocaron los ladrillos; por el otro, el libro pudo haber salido de todo lo demás. En este contexto, el acercamiento y la producción de conocimiento se expone como una estructura frágil que puede ser constantemente modificada, destruida y deconstruida. En esa transformación la estructura habla del presente (García Cuevas, 2016).

Como indica el filósofo Roland Barthes, toda imagen tiene diferentes niveles de connotación. Al entrar, el espectador obtiene una primera imagen: un conjunto de ladrillos en línea que forman una extensión vertical, una pared. La hilera se levanta en el centro. Debajo del punto más alto, se encuentra, en la primera fila desde abajo hacia arriba, un libro intercalado entre los ladrillos. Este objeto tiene un color, textura y tamaño diferente. Desde lejos, no veo un libro. En primer lugar, se percibe una diferencia. El cuerpo del espectador debe caminar para ver el libro, para poder identificar que es un libro, primero, y luego para leer qué libro es.

Cada paso en el plano horizontal marca el tiempo que le lleva recorrerla. Cuando se dirige hacia un lado de la sala, deja el otro vacío. Si decide que quiere leer el título, debe agacharse, realizando un movimiento en el plano de lo vertical motivado por la mirada. Así, el cuerpo se acomoda a la obra (Cohen, 2019).

Gran parte de la investigación que el autor ha realizado durante años ha girado en torno al tema de la biblioteca: tomar la biblioteca como metáfora del conocimiento.

«Cuando efectúo acciones o proyectos utópicos en torno a este espacio, mi intención es poner en tela de juicio un determinado conocimiento y cuestionar si necesita reformarse o actualizarse. En El Castillo la metáfora es clara: parece que hay un muro sólido, pero, en realidad, no lo es. Si lo empujas se derrumba. De hecho, no tiene ninguna estructura, la altura de la pieza está definida por la altura máxima que puedes construir sin una estructura. Si le añades una fila más de ladrillos, todo se bien abajo» (Méndez Blake, 2016)

El especial interés por los libros que subyace en toda su obra, lo concibe y proyecta como parte de un todo, como punto de partida de una visión particular de la literatura o de la vida misma, una reflexión inmediata sobre la trascendencia de los textos, los lectores y sus costumbres.

En sus instalaciones aparecen desplazamientos hacia el descubrimiento, la creación y la organización, donde hay un problema a resolver, y el dispositivo se ordena bajo este fin (Aranda Sánchez, 2016).

Capítulo VI: El Castillo

La obra El Castillo se completa cuando la contempla el espectador. Los espectadores, convertidos ahora en participantes, y sus interacciones se convierten en la obra de arte. Por su parte, la técnica deja de ser un añadido, una herramienta, un instrumento al servicio de, y pasa a formar parte inseparable del contenido. 

En cuanto a la elección de la novela de Franz Kafka, el artista la eligió por las relaciones que se pueden establecer entre la historia y la obra. El personaje de la historia, un tal «K», está en oposición a un sistema burocrático, de manera anónima y muy limitada, y no sabe que está luchando contra toda una estructura, que es el castillo. El libro en la obra hace lo mismo: sostiene una oposición que opera como desconstrucción del discurso burocrático, patente en un muro endeble, aunque impenetrable. De ahí que, en este mundo decadente, todo intento solitario, como el de K, de contraponer la verdad a la mentira está condenado al fracaso, ya que, según Kafka: «en un mundo de mentira, la mentira ni siquiera es suprimida por su contrario, sólo lo es por un mundo de verdad»

En la última década, el aspecto participativo del arte ha resurgido como «estética relacional», término acuñado por el crítico francés Nicolás Bourriaud en 1997. Bourriaud identificó en la obra de artistas contemporáneos una tendencia que fomenta la interacción, las relaciones personales y la noción del arte como regalo (Campás, 2018). La participación del espectador del arte en la coproducción de significado ha trasladado el foco en la obra como objeto, hacia los procesos que se generan durante el encuentro entre el espectador y la obra.

El arte participativo es una forma de producción artística que exige dinamismo por parte del espectador para asumir una responsabilidad más activa en el proceso de recepción estética, para así convertir a la obra en un hecho comunicativo en el que el receptor se convierte a su vez en emisor, propiciando procesos interactivos nuevos entre el artista, la obra y el espectador.

En otro de los capítulos de la obra de Jorge Méndez Blake, Capítulo XLVII: El gran poema inexacto del siglo XX, cada participante toma un libro del acervo de poesía cubana del siglo XX y memoriza una sección del poema (una línea como mínimo), para después reescribir esa frase en una máquina de escribir.

El resultado será un poema colectivo, apócrifo, cacofónico, sin sentido ni unidad aparente, que resuma de manera inexacta, toda la poesía cubana del siglo XX; pero que, a la vez, se convierta en una metáfora de la manera en que escribimos la historia.

En palabras del artista: «un poema colectivo que condensará toda la poesía mexicana del siglo pasado, transformada por el filtro de la memoria». Así, el autor incorpora el contexto político y social en el debate artístico, recuperando la vinculación entre práctica artística y práctica política. 

El artista Joseph Beuys fue defensor de lo que él mismo bautizó como «escultura social», concepto surgido de su convicción de que el objetivo último del arte es la transformación democrática de la sociedad humana. En su planteamiento utópico, sostenía que las obras de arte tendrían que ser instrumentos de cambio personal y social.

El arte participativo constituye un desafío directo a las presunciones conservadoras sobre el significado de arte, su función social y la naturaleza de la vocación artística. En su lugar, plantea modelos para la fusión de arte y vida y ofrece posibilidades nuevas y emocionantes a quienes quieran dejar huella en la cultura contemporánea. (Campás, 2018). El espectador no es simplemente legitimador de la obra, sino que es integrado en ella para cerrar el bucle que la convierte en espectáculo. La interacción se plantea como un proceso ideológico de fagocitación, legitimado por la respuesta individualizada del receptor (Marzo, 2009).

Otra de las obras más destacadas y alabadas de Méndez Blake es la correspondiente al Capítulo XXXIII: Traslaciones topográficas de la Biblioteca Nacional. El artista parte de la cercanía física entre la Biblioteca Nacional de México y el MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo) para activar la relación museo-biblioteca y poesía-artes visuales. 

El topógrafo es una de las acciones, documentada en vídeo, de este proyecto, en la que el artista explora y traza una ruta alternativa, la más corta entre los dos edificios, con una línea recta a través de la zona semi-salvaje de vegetación y lava que los divide. Para construir dicha línea marca el territorio sobre el que avanza utilizando instrumentos propios de la topografía. Con esta obra alude al vínculo existente entre la literatura y los viajes de exploración colonial realizados por conquistadores, exploradores y aventureros, tan importantes en la genealogía de la mancuerna saber/modernidad y sobre los que el artista construye una metáfora a propósito de la distancia entre la literatura y las artes visuales, en donde el MUAC y la Biblioteca Nacional de México fungen como emblemas materiales.


Todas las obras de arte están en el espacio y el tiempo para ser percibidas en su materialidad por un espectador. Las propuestas participativas invitan además a su experimentación sensorial directa mediante la acción que se ejerce recíprocamente entre el espectador y algunos de sus componentes. Las obras que requieren de la interacción del espectador para su activación significativa, desde su fase proyectiva consideran el cuerpo como un elemento más de su estructura; de esta manera el objeto artístico que normalmente se mantiene como una forma independiente, se une al sujeto y ambos llegan a formar por momentos un único sistema artístico.  

Muchas propuestas de arte participativo han demostrado que el espectador no es el elemento pasivo del fenómeno, sino que el resultado de su acción pasa a formar parte integrante de la estructura compositiva de la obra. El espectador dinámico es al mismo tiempo receptor y creador a diferencia del receptor contemplativo de una pieza tradicional. El arte participativo traslada responsabilidad creativa al espectador, los artistas que lo ejercen parten de la consideración de que todo individuo capaz de dar una respuesta inteligente o sensible puede formar parte integrante de una obra y enriquecer el espectro creativo de maneras no imaginadas (Aguilar, 2010).

Harry Houdini, el gran ilusionista y uno de los redactores del espectáculo moderno, dedujo que el momento culminante de un número de prestidigitación es cuando el mago invita a alguien del público a subir al escenario, porque «esa es la palanca para que todo funcione en el universo de la ilusión». Y, quizás, también en el del arte.

 

Bibliografía:

AGUILAR, G. La interacción, la interpretación y la implicación como estrategias participativas. En: Arte y políticas de identidad. Murcia, 2010, vol.3, 9-28.

ARANDA SÁNCHEZ, J.M. Dispositivos de creación artística en la obra de Jorge Méndez Blake. Revista de Artes Visuales, 2016-2017, nº4, pp.9-25. Recuperado de:

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7632777

 

BERGER, J. Modos de ver. Barcelona: Gustavo Gili, 2019.

CAMPÁS, J. Sobre el receptor. Barcelona: UOC, 2018.

COHEN, V. Lo que mueve un muro. La obra El castillo de Jorge Méndez Blake. Artilugio Revista, Argentina, 2019. Recuperado de:

https://revistas.unc.edu.ar/index.php/ART/article/view/25321/24614

 

CRUZ, M. Esta obra de arte mexicana recuerda en redes el impacto de un libro. En: El País [en línea] [Consulta: mayo 2021] Disponible en:

https://verne.elpais.com/verne/2016/03/04/mexico/1457053584_656377.html?rel=mas

 

DUCHAMP, M. Escritos. Duchamp du Signe. Barcelona: Gustavo Gili, 1978. Recuperado de:

https://bibliotecatrevijano.files.wordpress.com/2014/10/75213741-marcel-duchamp-escritos-duchamp-du-signe.pdf

 

GARCÍA CUEVAS, A. La tensión entre artes visuales, arquitectura y literatura. Jorge Méndez Blake. Revista Código, 2016. Recuperado de:

https://static1.squarespace.com/static/553a7133e4b06a81362e6a95/t/56d094a860b5e94b86419409/1456510127653/Codigo+.pdf

 

HISPANO, A. Contraplano: imágenes del espectador. En: Querido Público. El espectador ante la participación: jugadores, usuarios, prosumers y fans Editado por Ignacio Duarte y Roger Bernat, 39-62. Murcia: CENDEAC, 2009.

Jorge Méndez Blake. Traslaciones topográficas de la Biblioteca Nacional. Revista Código. Junio, 2015. Recuperado de:

https://revistacodigo.com/jorge-mendez-blake-translaciones-topograficas-de-la-biblioteca-nacional/

 

Webgrafía:

Jorge Méndez Blake [en línea] [fecha de consulta: mayo 2021]. Disponible en:   http://www.mendezblake.com/


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