VIGILIA CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA
«En
los confines de una pequeña ciudad sueca había un viejo jardín abandonado. En
el jardín había una vieja casa, y allí vivía Pippi Calzaslargas. Tenía nueve
años y vivía completamente sola. No tenía padre ni madre, lo cual era una
ventaja, pues así nadie la mandaba a la cama precisamente cuando más estaba
divirtiéndose, ni la obligaba a tomar aceite de hígado de bacalao cuando le
apetecían caramelos de menta».
Así
comienza la historia de Pippi Calzaslargas de la escritora sueca Astrid
Lindgren publicada en 1945, sobre una niña independiente y autónoma, obra que fue
censurada en España durante el franquismo por considerar a la pequeña demasiado
impertinente y antipedagógica. Sin embargo, el personaje de Pippi Langstrump
se convirtió —aunque, quizás, esa no fue la intención de su creadora— en un
icono feminista pues a partir de entonces existía una protagonista que no tenía
que esperar indefensa a que la besara un príncipe ni renunciar a algo tan
preciado como la voz para conseguir enamorar a un hombre o convivir secuestrada con una Bestia con la esperanza de que al final se enamorara de ella, de la
comprensiva Bella, convirtiéndose, por supuesto, en un apuesto príncipe.
En
1929, Virginia Woolf publica el ensayo Una habitación propia basado
en la idea, según nos cuenta la escritora, de que: «una mujer debe tener dinero
y una habitación propia para poder escribir novelas». En el siguiente párrafo,
Woolf resume el claro contraste que existe entre la idealización de las mujeres
en la ficción escrita por hombres y cómo la sociedad patriarcal las ha tratado
en la vida real: «En realidad, si la mujer no hubiera existido más que en las
obras escritas por los hombres, se la imaginaría uno como una persona
importantísima; polifacética: heroica y mezquina, espléndida y sórdida,
infinitamente hermosa y horrible a más no poder, tan grande como el hombre, más
según algunos. Pero ésta es la mujer de la literatura. En la realidad, la
encerraban bajo llave, le pegaban y la zarandeaban por la habitación. De todo
esto emerge un ser muy extraño, mixto. En el terreno de la imaginación, tiene
la mayor importancia; en la práctica, es totalmente insignificante. Reina en la
poesía de punta a punta de libro; en la Historia casi no aparece. En la
literatura domina la vida de reyes y conquistadores; de hecho, era la esclava
de cualquier joven cuyos padres le ponían a la fuerza un anillo en el dedo.
Algunas de las palabras más inspiradas, de los pensamientos más profundos salen
en la literatura de sus labios; en la vida real, sabía apenas leer, apenas
escribir y era propiedad de su marido».
Alrededor
de 1913, una Sylvia Plath de solo diecinueve años escribía en su diario:
«Haber nacido mujer es una horrible tragedia. Sí, mi deseo incontenible de
mezclarme con camioneros, marineros, soldados, parroquianos, mi deseo de formar
parte de una escena anónima, escuchando, apuntando en mi memoria, todo ello
termina siendo arruinado por el hecho de ser chica, una fémina siempre en
peligro de ser asaltada y agredida». No le sobraban razones a Plath cuando
escribió esto porque ¿cómo podemos nosotras las mujeres contar lo que ocurre,
vivenciar y comunicar, si no somos libres para observar, ocupar, organizar y
desorganizar el espacio que nos rodea con total libertad y sin miedo? Porque,
además, transitar el espacio libremente trasciende el mero hecho de caminar, es
formar parte del relato, de lo que ocurre, de la vida.
«Yo
soy una radical feminista; creo que todos los derechos que tiene el hombre debe
tenerlos la mujer» escribía Emilia Pardo Bazán, escritora feminista, combativa
y activa que luchó por la independencia de la mujer tanto a nivel social como
cultural. En 1887, Emilia Pardo Bazán se convirtió en la primera mujer en
impartir una conferencia sobre literatura rusa desde la tribuna del Ateneo de
Madrid. También fue la primera mujer en hablar en público en la Sorbona de
París.
Y
después de estos trocitos literarios, escritos y/o publicados hace ya algunos
años, podemos preguntarnos: ¿Cómo se relacionan estas historias personales con el ahora?, ¿Qué necesitamos
en la actualidad las mujeres? Pues, quizás, lo mismo:
- Necesitamos historias en las que seamos las protagonistas, desde la niñez como con Pipi Calzaslargas, en las que esas protagonistas puedan, además, convertirse en referentes para niñas y mujeres.
- Necesitamos tener una habitación propia como reclamaba Virginia Woolf y, por tanto, una independencia económica. Además, debemos ser nosotras también las que escribamos la historia y dejar de ser meras musas de escritores o protagonistas falsas e idealizadas.
- Necesitamos conquistar el espacio de manera libre y sin miedo de ser agredidas. Esta idea trasciende mucho más allá del espacio físico que nos rodea y nos conduce también a la conquista de otros espacios en los que las mujeres asumamos puestos destacados de responsabilidad y por qué no decirlo de poder. Quizás esta sea la única manera de que se legisle desde una mirada feminista.
- Necesitamos los mismos derechos que los hombres porque, aunque para muchos y muchas esto ya esté superado y según dicen vivamos en igualdad, todos y todas sabemos que no es cierto.
¿Cómo conseguirlo? Si
fuera tan fácil como contestar con un puñado de palabras no
estaríamos hoy aquí. Pero, al menos, algo tengo claro, solo se conseguirá
SIENDO TODAS SIEMPRE Y NO CALLANDO NUNCA.
San Miguel de Salinas, 31 de julio de 2025
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